Como decíamos al comienzo de esta serie de entradas, la ciudad de Tokio sufrío constantes bombardeos, destacando el período comprendido entre el 17 de noviembre de 1944 y el 15 de agosto de 1945. Este es el momento en el que entraron en escena los Boeing B-29 Superfortress, unos bombarderos con una autonomía de más de 6.000 kilómetros. Las bases militares utilizadas se ubicaron en territorio chino, contando con el apoyo de dos bases operacionales en las Islas Marianas del Norte y en la isla de Guam. La operación inicial y que abrió el fuego fue bautizado como Operación Matterhorn.
Hablaremos del mayor bombardeo no nuclear de la historia, muchos han calificado los bombardeos, sobre todo en su fase final por el uso de bombas incendiarias, como un desastre mayor que Nagasaki e Hiroshima juntas. Las ciudades en las que se usó este nuevo tipo de explosivos en la primavera de 1945 fueron Tokio, Nagoya, Osaka y Kobe.
La idea inicial de los norteamericanos era someter a un asedio constante al enemigo con el fin de dañar su capacidad militar. El primer de los ataques fue el 24 de noviembre de 1944. Despegaron 110 bombarderos B-29 del aeródromo de Isley en Saipán con intención de destruir la fábrica de motores de aviación de Nakajima, el problema surgió en pleno vuelo. Los aparatos se vieron afectados por la corriente de chorro y sólo alcanzaron el objetivo un 10% de las bombas.
Errores de este tipo se sucedieron y llevaron al cambio en el mando por el General Curtis LeMay en enero de 1945 que, a su llegada, decidió cambiar la estrategia pasando a bombardeos nocturnos desde baja altura con napalm, buscando arrasar las ciudades japonesas cuyas casas estaba construidas mayoritariamente con madera. El primer ataque de este tipo se realizó el 24 de febrero de 1945 cuando 174 bombarderos B-29 lanzaron una gran cantidades de bombas incendiarias destruyendo aproximadamente 3 km2 de la ciudad. Días más tarde, el 4 de marzo, 159 bombarderos B-29 atacaban de nuevo la ciudad.
Los devastadores resultados llevaron a que la noche del 9 al 10 de marzo se lanzara un gran ataque con 334 bombarderos, de los cuales 279 de ellos consiguieron lanzar 1.700 toneladas de napalm sobre la ciudad. Fue tal la magnitud que el incendio llegó a alcanzar los 980ºC, destruyéndose 41 km2 (casi una cuarta parte de la ciudad) y con un número de 100.000 personas muertas (variando su cifra entre los 83793 y los 124.711), más que en Hiroshima o de Nagasaki.
Los ataques, como señalamos anteriormente, se sucedieron hasta el verano de 1945. Las imágenes son fiel reflejo del infierno que se vivió. En abril, se realizaron al menos 5 incursiones sobre Tokio, con el fin de destruir la zona del arsenal y las fábricas aeronavales de Nakajima y Koizumi; en julio de 1945 se llegaron a lanzar 42.700 toneladas de napalm.
Los últimos ataques aéreos sobre la ciudad se realizaron el 8 y el 10 de agosto, casi coincidiendo con los ataques atómicos. Al final de la guerra, algo más del 50% del territorio de la ciudad había sido destruido como consecuencia de los bombardeos.
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