Como sabéis, y tal es el motivo de este blog, estuvimos pasando nuestra particular "incursión" por las tierras japonesas hace excasos meses.
Nos duele profundamente ver lo que está sucediendo, las imágenes del avance del tsunami y de las explosiones de la central de Fukushima. Nos conmueve la resignación de las personas que hacen cola en las gasolineras, supermercados, etc. y la paciencia que muestran. Esa misma paciencia que tenían con nosotros cuando preguntábamos por direcciones y vivíamos la experiencia del no entendimiento mutuo (barreras del idioma que en no pocos casos salvó el body language). Idéntica a la que mostraban cuando les pedíamos una foto o les preguntábamos a qué hora salía el siguiente tren y en qué dirección iba.
No queremos redundar en las muestras de apoyo, que obviamente damos, ni en discursos manidos que aprovechan el sentimentalismo del momento. Solamente decir que nos duele lo que vemos y lo que sentimos por lo bien que lo pasamos y lo correctamente que fuimos tratados.
El lazo negro es por las miles de víctimas, cuyas cifras varían a cada hora (ya se habla de decenas de miles).
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